Siempre es divertido conocer a gente a quien nunca has visto la cara pero con quien llevas hablando años (o meses, o días). Nunca son como te esperas, ni físicamente, ni psicológicamente. A veces te decepcionan y a veces te alucinan, y a veces simplemente te dejan anonadada. Las "quedadas" o encuentros internáuticos son mucho más rentables de lo que la gente piensa. He hecho muchos amigos de esta manera y, como suelen ser personas que viven lejos de mí, parece que hay un menor nivel de exigencia, sólo tengo que llevarme bien con ellos y seguir con el contacto virtual. De todas maneras siempre prefiero conocer a la gente en persona que sólo por los medios cibernéticos (y sí, tengo cuidado, siempre voy acompañada, que hay mucho loco suelto, sí, lo sé).
Esta noche queda abierta de nuevo la tentación de una salida juerguista (y por fin, un regreso a la danza electrónica), pero estos días he gastado muchísimo y me temo que no estaré a la altura económica (y eso que tengo la suerte de vivir en una de las ciudades más baratas del país). No sé si quedarme en casa a tirarme de los pelos. Tal vez debería llamar a alguien, ¿pero a quién? Estoy muy caprichosa, y me siento socialmente inepta en mi pozo negro de siesta sabática. Además, espero un e-mail. (Sí, qué pasa, a mí también me hace ilusión tus e-mails, Helena, sobre todo cuando son como el último, snif). Y es que la Troyana le sube el ánimo a cualquiera.